miércoles, 6 de enero de 2021

"El club de los navidafóbicos"

Pocos minutos después de las 5 de la tarde comenzó la reunión en el centro ciudadano. Todo tipo de pintorescos rostros se ubicaban en torno a una mesa redonda, haciendo un homenaje sin saberlo al mítico rey Arturo y sus caballeros. Ante ellos, sin embargo, no había espadas de hierro brillante, sino unos manuscritos sobre papel reciclado que su profesor, de pelo cano recogido en una coleta y barba blanca, les había obligado a escribir acerca de cómo creían que podían superar sus fobias.

El profesor se quedó quieto, mirando una a una las caras de los asistentes, hasta que una mujer comenzó a hablar:

— Hola a todos, me llamo Juani. Estoy aquí porque mi hijo mayor me ha obligado y es que ya desde hace unos años no puedo tener guirnaldas doradas en mi árbol, porque me parecen serpientes que se me van a comer los pies por las noches.

El director de la reunión le sonrió con dulzura y le preguntó interesado que cómo podría solucionar su problema:

— Uff, mi Daniel dice que me va a poner una guirlanda en la cabeza, pero como haga eso la ostia se la lleva, ya te lo digo yo a ti.

Los asistentes rieron a la vez, siendo por unos instantes un coro de fobias dispares con un punto en común: todas tenían lugar en navidad.

— Mira, ¿y si quitamos a gordi-noel del mapa? Como el agente 007, pero nosotros con un 600. Unas medias en la cabeza y no se entera nadie.

Esta vez el profesor se decantó también por sonreír, pero parecía algo más forzado:

— Bueno fóbicos míos, la semana que viene nos vemos otra vez. Confío en que seguiréis haciendo progresos, poquita poco. Juani, no descartes la idea de la guirnalda y tú, Juan Carlos, me debes tu ejercicio eh, que no se me ha olvidado.

Unos “hasta luegos” después, el señor de los sabios consejos se apresuró a recoger a su san bernardo que estaba custodiado por la amable secretaria del centro.

— ¿Qué tal la reunión, papá? -, preguntó el peludo animal.

— Bien, animada como siempre. No he conseguido curarlos todavía, es cuestión de tiempo. Bueno, vamos rápido a terminar todo, que además tengo que recoger el traje de la tintorería para mañana por la noche.

Y con unos movimientos rápidos, como cascabeles retintineando, continuó su camino, el profesor misterioso del club de los navidafobicos.

domingo, 17 de mayo de 2020

Estoy viviendo varias vidas a la vez

Aviso a navegantes: si estás agobiado, no me leas en este momento. Puedo llegar a ser un jeringazo de ansiedad, aunque puede que también me convierta en una vía de escape para ti. Tú eliges. 


Estos días en los que la gente sale a la calle en avalancha, a respirar un poco de aire fresco, yo he decidido quedarme en casa. 
Para mi no es suficiente la promesa de la "nueva normalidad", no me complace. 
El otro día hablaba con mis padres de que cuando acabe los exámenes el mes que viene, no voy a tener una recompensa. Se me hace un nudo en la garganta por ser tan egoísta, con mi pensamiento etnocéntrico, que no ve más allá de lo que muchos llaman "los problemas del Primer Mundo". 
Pero es que quiero mi vida de antes, obligada a coger el autobús de la universidad que iba siempre a tope y recompensada por mi sidra de fresa de los viernes por la noche. 

No quiero ser madura por un momento. Por una vez me quiero tomar esa licencia y ser una niñata que solamente quiere una vida sin bajones como este. Quiero poder bañarme en la playa sin remordimientos y no sentir que me falta el aire por culpa de una mascarilla de papel. Y también, puestos a desear, quiero poder hacer manualidades tontas con unos niños en mitad del campo, que durante una semana son capaces de renovarme las ganas de todo. 

Supongo que el confinamiento me está haciendo delirar, a la vez que me convierte un poco en el "probe Miguel que hace mucho tiempo que no sale" y "que se está convirtiendo en ermitaño".

En este momento de drama sin fin es cuando me refugio en los libros, para no pensar tanto en mi supongo. Es así como estoy viviendo varias vidas a la vez. No son mías, pero las siento como tales. 
Evelyn Hugo y sus siete maridos, quien me ha enseñado que la fama puede ser muy amarga. La experimentada Bittori, a quien le arrebataron a su querido Txatito un domingo lluvioso. 
Y ahora, Helia, Raquel, Joaquín y Silke que me enseñan todas las formas de amor que existen. No estoy citando nombres al azar; si lo estuviera haciendo, sin duda elegiría nombres mucho más aburridos. Ellos son personajes de "El amor huele a café". 
Como me gustaría ir a una cafetería como "El Confidente de Melissa" a tomarme un capuchino y un trocito de tarta de zanahorias. He empezado a salivar, perdonad mi indiscreción. 

Quizás habréis notado que en este último párrafo mi tono es diferente y es que es otro día, otra noche más bien. Mi musa me visita poco y se va rápidamente estas últimas semanas y aunque me duela, debo reconocer que estoy escasita de inspiración; no como Carrie Pilby, que tiene hasta una historia sobre el nombre del portero de su edificio. 
Qué cosas... Algunos tanto y otros tan poco. 


Pd: no quería acabar la entrada sin decir los libros de los que hablo en esta entrada, por si os han producido curiosidad y os morís por leerlos: 
-Los siete maridos de Evelyn Hugo de Taylor Jenkins Reid
-Patria de Fernando Aramburu 
-El amor huele a café de Nieves García Bautista
-Un sitio para Carrie de Caren Lissner



lunes, 6 de abril de 2020

Conversación sobre diamantes

Desayuno con diamantes ha sido otro motivo para que adore, aun más, a Audrey Hepburn, aunque ciertamente sería incapaz de no enamorarme perdidamente de ella tras el primer instante de verla actuar.
En esta película se convierte en Holly Golightly, una chica de poco más de veinte años que es elegante, algo rara y perspicaz. Tiene una gran habilidad para la persuasión, consigue engatusar a todos los que se propone; sin embargo, el alcohol tiene la habilidad de persuadirla a ella.

Con un café y croissants en una mano y su cigarrillo en la otra, se dispone cada mañana a desayunar frente a la lujosa tienda de diamantes Tiffany&Co. Vive en un pequeño apartamento de Nueva York con pocos muebles y su compañero de piso es un gato sin nombre.

Un escritor vive en el piso de arriba, se ha mudado hace poco. La señorita Golightly lo bautiza como "Freud", pues le recuerda a su hermano, que está en el ejército y con quien compartió una infancia complicada. Casi todas las mañanas le sorprende con una copa de champán antes de desayunar, eso nunca le falla.
Aunque es experta en organizar fiestas que acaban por desmadrarse, no sabe gestionar su dinero. De ahí que deje esos menesteres a un administrador de confianza, un penado que vive en la cárcel de Sing Sing y al que Holly visita todos los jueves para anunciarle "el tiempo meteorológico".

Ella es "francamente farsante" consigo misma. No admite sus sentimientos por el amigo Freud, pues teme que le arrebaten su libertad, que la priven de sus paseos en taxi a Tiffany´s o a la cárcel de Sing Sing o de robar alguna que otra baratija en unos grandes almacenes.

Quizás todos tengamos algo de su personalidad, tengamos cambios de humor o nos pintemos los labios de rojo antes de conocer una noticia importante.


Os recomiendo encarecidamente que la conozcáis y que tratéis (seguramente con dificultad) de no quedaros embobados con sus gestos, con su forma de andar, con ella en su conjunto.

martes, 24 de marzo de 2020

Redacción de un texto inconexo

"Y nadie nos entenderá, es cuestión de amar"
Esta es una frase de una canción que aun no está registrada oficialmente. 13500 pulsaciones, de Julia Medina y Gonzalo Hermida, una joyita que nos deja esta cuarentena.
Estaba cantándola mentalmente mientras me lavaba los dientes. Ya sabíais que suele inspirarme por las noches, recostada en mi cama y ahora sabéis que también me inspiro frente al espejo, mientras tengo la boca llena de dentífrico con sabor a limón transgénico. (No sabe bien, os lo aseguro).

Además de la canción, me he puesto a pensar en mi guitarra. "Me llama y me llama y no sé qué hacer". Copyright. Pues eso, que me atrae, pero quizás no lo suficiente. O quizás sea mi problema y por eso nuestra relación no funciona.
-"No es por ti, es por mi"-susurraba melancólica a mi guitarra.

También estaba recordando que debía ordenar mi armario. El método Kon Mari me llama, al igual que mi guitarra, pero a él le cuelgo a propósito.
Y vuelta a la canción de las pulsaciones e inconscientemente, al rap impronunciable de Tusa.

Ahora que he captado vuestra atención con estas frases de palabras que he conectado como podía, quería comentaros una reflexión que he hecho estos días, esta vez no delante del espejo del lavabo. Me he "autorecomendado" no pensar en lo que voy a hacer después de la cuarentena. Puede que a alguna de vosotras os sirva, pero a mi me perjudica más de lo que me favorece. Por eso creo que para mi el pensamiento realmente útil es el de "actuar ahora". Pensar todo aquello que quiero hacer estando en casa. Así que, por mi parte, os aconsejo manteros ocupadas, cantar a grito pelado, bailar a modo de deporte o leer las entradas de una servidora (como hago el spam eh), que ya pegará a nuestras puertas la postcuarentena.

viernes, 20 de marzo de 2020

Cuando su propósito es sobrevivir

Durante el día no soy capaz de despejar mi mente. Cualquier pensamiento, por muy banal que sea, revolotea sin control por mi mente y no soy capaz de capturarlo y hacerlo invisible.

Ahora, tumbada en la cama, estoy atenta a mi respiración. Los tutoriales de YouTube de yoga me recomiendan la atención a la forma en la que respiro. Hice la sesión esta mañana, pero sus indicaciones cobran verdadera importancia ahora. Quizás sea porque no tengo que estar alerta a que mi mano ceda, mientras mi rodilla derecha permanece flexionada y mi rodilla izquierda esta estirada; y noto como se me tensan los cuádriceps, y siento que mi barbilla va a besar el suelo en "cero coma".

Volviendo al tema de la respiración, estaba pensando: "qué complicado sería si tuviese que controlar conscientemente mi respiración". Seguramente acabaría por dedicarme exclusivamente a respirar. Eso me lleva a concluir que mi vida no sería nada gratificante, que el hecho de sobrevivir no me haría feliz. Sin embargo, eso que para mi no es ni siquiera un problema, para muchos otros, quizás algunos de los que estáis leyendo mis palabras, el mero hecho de sobrevivir se convierte en un reto, por una enfermedad o la situación de vuestro país que os lo impide.
Vivir es un deseo que pedís a Dios, al universo o a la Madre Tierra, cuando os embarcáis en una travesía de tratamientos y personas que se compadecen de vosotros; cuando muchos huyen de un país que les asesina, cruzando un mar o un océano para llegar a las costas de otros países que les rechazan.

Para muchos de nosotros la supervivencia no se materializa como pensamiento, mientras que para otros, se vuelve una forma obligada de existir.

domingo, 29 de diciembre de 2019

El ritmo de la noche

Te deslumbran las luces. En el suelo negro y brillante hay más de una gota de felicidad líquida. Dejas tu chaqueta en una silla con la esperanza de que no adquiera ningún nuevo perfume apestoso.
La camarera seria tras la barra gesticula mientras tú observas las botellas de colores tras su espalda. La canción que está sonando te resulta familiar, quizás porque tiene la misma base que todas las demás.
Primera copa. Te zarandeas tímidamente mientras algún señor, que podría ser tu padre, te intimida. Esperas que se decidan por poner alguna canción que te sepas.
La sala 30 y tantos alberga jóvenes con ansias de copas a un precio más bajo que las patatas fritas de algún establecimiento de comida rápida.
Al segundo chupito de tequila, que sientes que te araña los órganos, la timidez desaparece.
Con altura te sabe a gloria y a perreo.
Agobiada por los achuchones de jóvenes y mayores, impregnada de olores variados, decides ir al cuarto de baño, también conocido como la cueva de las infecciones. Tu mayor preocupación, sin embargo, es que no hay papel higiénico.
Algo mareada te adentras en un mar de minifaldas y pantalones a punto de estallar. Todas las esquinas están ocupadas por enamorados, quienes se dan mucho, mucho amor.
Unos cuantos bailes más, miradas y acercamientos motivados por el alcohol y de pronto, el cansancio.
Te parece que son las 4 y media de la madrugada, buena hora para despedirse del ritmo de la noche.

domingo, 15 de septiembre de 2019

El campamento de verano

Ahora que he vuelto a la normalidad, siento cierta nostalgia. La ilusión por el primer campamento, los sentimientos a flor de piel. Ha sido una experiencia con mucho significado para mi.

Dormirme con lágrimas en los ojos y despertarme con ganas por el nuevo día que comenzaba. Estar empapada en el campo de fútbol tras una guerra de agua entre monitores de actividades y pasar de pronto al comedor para hablar de los dientes de leche con las niñas de mi cabaña.
Tratar de encontrar wifi haciendo malabares sobre una piedra. Es el wifi de Dios.
Es el ritmo frenético de Jara.

Tratar de explicar sensaciones que no sabes descifrar es ciertamente difícil. Trasladaros a vosotros a ese lugar que concebí como un refugio es una tarea a la que me estoy ahora mismo enfrentando.
Cierro por un instante los ojos en la noche de la ciudad y consigo viajar hasta la noche de Jara. Es un cielo que está lleno de estrellas hasta el horizonte que tus ojos pueden llegar a ver. Es como un planetario en la vida real.
Las estrellas, las veladas y por supuesto, las reuniones a las 2 de la madrugada aromatizadas con mentapoleo definían las noches en el campamento. A pesar de las pocas horas de sueño, los responsables y los monitores de actividades conseguíamos no dormirnos bebiendo alguna que otra taza de café.
Cuando los nervios nos hacían perder las ganas, alguien siempre nos recordaba:
¿Qué somos? Un equipo
¿A qué venimos? A trabajar
¿Por quiénes venimos? Por los niños
¿Quién nos sostiene? El Señor

Más de 1 garrafa de agua se pudo llenar con nuestras lágrimas, pero muchas más se pudieron llenar de ilusión, de sonrisas... y de tierra, que llenaba nuestros calcetines todos los días.
Todo el esfuerzo pareció tener cierto sentido la última noche, en la que los acampados estaban invitados al circo. Abundaron los payasos, una familia de mimos fotografiándolo todo, alguna que otra pitonisa y unos disfraces de Dumbo de lo más originales.
La banda sonora de aquella noche era "The Greatest Show", canción que ya es en mis recuerdos más que una simple melodía.

Se despide la que fue la payasita llorona, a veces niña, a veces respon de actividades, a veces Ana Fe "Reina de las cruces", a veces espectadora y a veces participante de lo que sucedía en aquel lugar mágico de Archidona.