domingo, 29 de diciembre de 2019

El ritmo de la noche

Te deslumbran las luces. En el suelo negro y brillante hay más de una gota de felicidad líquida. Dejas tu chaqueta en una silla con la esperanza de que no adquiera ningún nuevo perfume apestoso.
La camarera seria tras la barra gesticula mientras tú observas las botellas de colores tras su espalda. La canción que está sonando te resulta familiar, quizás porque tiene la misma base que todas las demás.
Primera copa. Te zarandeas tímidamente mientras algún señor, que podría ser tu padre, te intimida. Esperas que se decidan por poner alguna canción que te sepas.
La sala 30 y tantos alberga jóvenes con ansias de copas a un precio más bajo que las patatas fritas de algún establecimiento de comida rápida.
Al segundo chupito de tequila, que sientes que te araña los órganos, la timidez desaparece.
Con altura te sabe a gloria y a perreo.
Agobiada por los achuchones de jóvenes y mayores, impregnada de olores variados, decides ir al cuarto de baño, también conocido como la cueva de las infecciones. Tu mayor preocupación, sin embargo, es que no hay papel higiénico.
Algo mareada te adentras en un mar de minifaldas y pantalones a punto de estallar. Todas las esquinas están ocupadas por enamorados, quienes se dan mucho, mucho amor.
Unos cuantos bailes más, miradas y acercamientos motivados por el alcohol y de pronto, el cansancio.
Te parece que son las 4 y media de la madrugada, buena hora para despedirse del ritmo de la noche.